Una insurgencia silenciosa: los cines de América Latina del siglo XXI

Por Carlos A. Gutiérrez
Parte del tanque de pensamiento: El cine latinoamericano se piensa

En el siglo XXI, Latinoamérica se convirtió en una potencia cinematográfica mundial. Muy discretamente, sin campanas ni silbidos, sin dogmas ni manifiestos, la región consolidó un complejo y plural ecosistema de apoyo a la producción, democratizó el acceso a la realización cinematográfica, impulsó una impresionante nueva generación de cineastas y estableció una vigorosa producción artística de vanguardia.

La base de esta transformación se encuentra, por un lado, en la creación de una estructura sólida y fluida de apoyo a la producción, que involucró a sectores públicos y privados, y a instancias locales, regionales, nacionales e internacionales; y por otro, en la explosión creativa de una nueva generación de cineastas en la región.

La Ley de Fomento de la Cinematografía Nacional de Argentina de 1994 marcó un parteaguas que sirvió de inspiración para muchos otros países latinoamericanos. A ello se sumó la creación de organismos nacionales y transnacionales como Ibermedia, Proimágenes Colombia o el Fondo Cinergia para Centroamérica y Cuba. Estas iniciativas no solo incentivaron la producción nacional y transnacional, sino que también establecieron marcos regulatorios y financieros que permitieron consolidar estructuras robustas y sostenibles, luego replicadas y perfeccionadas por diversos países de la región. Ante la crisis global de distribución y exhibición, Latinoamérica logró proteger su producción de manera innovadora.

El nuevo siglo también fue testigo de una explosión creativa sin precedentes, impulsada en gran parte por la experiencia del Nuevo Cine Argentino de finales de los noventa y comienzos de los dos mil. Esta ola renovadora trajo consigo una generación de cineastas que, con una visión fresca y audaz, comenzó a explorar temáticas contemporáneas, experimentar con nuevas formas narrativas y a replantear cuestiones de política, identidad y raza desde otros ángulos.

Asimismo, el éxito internacional de películas como Amores perros (2000) e Y tu mamá también (2001), de los mexicanos Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón respectivamente, junto con Ciudad de Dios (2002), del brasileño Fernando Meirelles, contribuyó a potenciar el interés por el cine latinoamericano y a abrir la puerta a varios realizadores de la región en los espacios más hegemónicos de la industria global.

Prácticamente en todos los países de la región se rompieron récords históricos de producción de largometrajes —un caso particularmente ilustrador es Costa Rica, que en un par de años (2011 y 2012) igualó la producción histórica de un siglo—, pero más importante aún es que se logró salvaguardar, en gran medida, la integridad artística de los proyectos. Esto permitió a numerosos cineastas explorar los límites de la forma cinematográfica. Cabe destacar también el rol protagónico de los festivales —como BAFICI, Cartagena, Morelia, Mar del Plata o Valdivia, entre otros— en la visibilidad y circulación de este trabajo.

Y sin embargo, frente a esta impresionante producción y a una larga lista de logros, seguimos enfrentando un desafío mayúsculo: no hemos desarrollado aún las herramientas necesarias para entender y apreciar plenamente la magnitud ni la grandeza del cine latinoamericano del nuevo siglo.

La geopolítica hegemónica de la industria global del cine permanece prácticamente intacta, y las grandes estructuras de validación siguen concentradas en los circuitos de festivales europeos y norteamericanos. Esto significa que la mayoría de nuestros cineastas deben ser primero “exportados” a esos centros para poder aspirar luego a ser “importados” de regreso a sus países de origen. El cine latinoamericano continúa siendo evaluado y validado predominantemente a través de parámetros eurocéntricos, lo cual ha limitado profundamente el reconocimiento pleno de su valor y relevancia tanto local como global.

A pesar de la riqueza y diversidad de sus filmes y cinematografías, Latinoamérica no ha desarrollado lo suficiente marcos teóricos, críticos y curatoriales propios, indispensables para analizar y valorar adecuadamente su cine.

En el contexto del quiebre histórico actual —que incluye el desmantelamiento de muchas de las estructuras que posibilitaron el florecimiento del cine regional—, se vuelve imperativo mirar hacia atrás y realizar una revisión histórica de esta gran producción. Este ejercicio no solo permitirá reconocer y celebrar los logros alcanzados, sino también ofrecerá una base sólida para futuras generaciones de públicos, cineastas y académicos.

Para proteger y preservar esta rica producción cinematográfica, es crucial crear historiografías detalladas, que sirvan como registro permanente de las obras y de los procesos creativos que han definido al cine latinoamericano del siglo XXI. Estas también serán herramientas valiosas para la investigación académica y la curaduría, facilitando una comprensión más profunda y un reconocimiento más justo del cine de la región.

Desde Cinema Tropical —una organización sin fines de lucro que ha acompañado gran parte de esta producción en su difusión internacional, especialmente desde los Estados Unidos— estamos lanzando una iniciativa de entrevistas, investigación, documentación, archivo y programación para celebrar a los gestores culturales, cineastas e hitos clave que han contribuido a consolidar a Latinoamérica como un polo global de la cinematografía contemporánea. Este proyecto, actualmente en su fase inicial, se extenderá por lo menos un par de años, coincidiendo con el 25º aniversario de la organización en 2026.

La imperiosa necesidad de documentar, archivar y construir una historiografía sobre la producción cinematográfica latinoamericana del nuevo siglo no es solo una tarea pendiente, sino una responsabilidad crucial para asegurar que el legado de esta vibrante y dinámica cinematografía regional perdure e inspire a las nuevas generaciones.